V Ciclo de Performance

Curaduría
2020


Desde el advenimiento de las primeras cámaras de video portátiles hacia finales de los años 60, artistas multimedia han realizado performances específicamente para video. A diferencia de registros secundarios de acciones presentadas en vivo frente a público, en las videoperformances las acciones son concebidas y ejecutadas para la cámara, sumando así los recursos expresivos propios del lenguaje audiovisual (no solo a través de decisiones técnicas y de plano sino también de diferentes grados de manipulación en posproducción).

Las piezas incluidas en este V Ciclo de Performance trabajan sobre ejes conceptuales y temáticos clásicos de la videoperformance (y la performance propiamente dicha también) tales como el body art, lo ritual, lo autobiográfico como categoría fenomenológica y sociopolítica, la coreografía expandida y el arte conceptual. La heterogeneidad de sus propuestas evidencia la plasticidad de este género cuyo vigor y potencial transgresivo sólo ha crecido ahora que de todos se espera un proficiente rendimiento frente a cámara.

LA CAJA de Constanza Gonzalez

Con LA CAJA, acción feminista del orden del body art, Constanza Gonzalez intenta hacer ostensible la heteronomía de la mujer en sociedades patriarcales como la nuestra. Que el material con el que construye su metáfora visual sea transparente es una de las muchas ironías de la pieza. Las tres tomas que componen la videoperformance también funcionan simbólicamente: la toma principal, frontal y de encuadre simétrico, parece reflejar la naturalización de los valores patriarcales mientras que la segunda toma, que por su ángulo picado remite a la de una cámara de seguridad, explicita la dimensión regulatoria de los mismos, y la toma del cortado de los vidrios el trabajo, preciso y regular, que requiere sostener dicha estructura de poder.

EL PADRE de Tadeo Muleiro

Nacidos de una sincrética mitología personal que combina elementos de diversas culturas (precolombinas, asiáticas y africanas) y géneros como el cómic y la ciencia ficción, los seres encarnados por Tadeo Muleiro cobran vida narrativa en sus performances y videoperformances. Estas activaciones de sus esculturas blandas y trajes resultan en la superposición de dos mundos: el mítico y el real. EL PADRE es una suerte de exorcismo que Muleiro, protegido por la criatura-traje que habita, realiza en las ruinas quemadas de la casa donde fue asesinado su padre. Los espejos incorporados al traje absorben la realidad y a la vez la devuelven transformada. Así es que el hijo puede emplazar a manera de laude obras de su padre (también artista) en el lugar del siniestro.

ÚLTIMA RONDA de Luciana Acuña 

Luciana Acuña viene muriendo mal en escena al menos desde Cosas que pasan (2016). Codirectora del Grupo Krapp, con quién creó aquella pieza, a duras penas sobrevivió las torpes payasadas de Rubios (2019). Y ahora en cuarentena, sin poder entrenar haciendo obra, su cuerpo extraña la vida moreteada de bailarina y coreógrafa. De esta añoranza surge ÚLTIMA RONDA, donde el ensayo de la muerte – valga la paradoja – es justamente lo que le devuelve vida al cuerpo, que se deleita en los riesgos controlados del slapstick (riesgos muy distintos de los que hoy se nos pide evitar). Y ensayar morir así, en familia, con su hija (en escena) y su pareja (detrás de cámara) inevitablemente sugiere también otras necesidades psicológicas y emocionales: encontrar una forma de incorporar la muerte al cuerpo, de entramarla haciéndola relato, convirtiendo la repetición lúdica en un intento de elaboración.

NOCTURNO de Carlos Herrera 

Creada especialmente para este Ciclo, NOCTURNO de Carlos Herrera es una suerte de vanitas característicamente sobria y sensual. A la actual usanza, la cámara del celular está puesta al servicio de la introspección. Cabe recordar aquí que la palabra “video” proviene del latín para “yo veo” y en su videoperformance la inmediatez y subjetividad implícitas en esa raíz etimológica generan una sensación de intimidad casi impúdica (el verbo “videre” también nos ha legado las palabras “voyeur” y “vedette”). Es este mirar, así, del yo, que presta lo que Keats llamó “capacidad negativa” a esta meditación sobre la muerte: memento mori, sí, contemplando a contraluz la morfología de la pequeña calavera, pero imaginar la propia muerte obstruyendo por completo la luz es un límite epistemológico con el que hay que seguir viviendo. De esta manera, las sábanas dejan de ser mortaja y los pies vuelven a estar tan cerca de Eros como de Tánatos.

CONFIN 2020 de Graciela Taquini 

Graciela Taquini, autora del “primer autorretrato performático de la historia del videoarte argentino” (Roles, 1988), cierra nuestro V Ciclo de Performance con una pieza eucarística creada durante el segundo mes de aislamiento social preventivo y obligatorio. CONFIN 2020 es un desenfadado autorretrato que también funciona como retrato colectivo y de época. Las coordenadas afectivas, estéticas y sociales que Taquini establece a través de la grilla de fotos que la rodean trascienden los horizontes del necesario “distanciamiento físico” y le permiten orientarse y dar gracias por esas pequeñas cosas que después de todo han resultado ser no tan pequeñas. Según ella misma, esta videoperformance “es una salmodia pagano/mística, un retablo electrónico, un zoom tan sagrado como profano. Da gracias por lo íntimo y lo cotidiano. Como letanía exorciza el deber ser. En su nombre se evoca la esperanza. Un trabajo amoroso y comunitario con amigos distantes y cercanos.” Enemiga acérrima de lo cursi, como siempre, su sinceridad no precluye el humor y la ironía, y por momentos su candidez también sugiere el desasosiego que todos hemos sentido en algún momento desde el 20 de marzo último. De ahí el efecto catártico de la pieza.


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